Se había enfrentado a su propia oscuridad. Había peleado con su sombra, esa que intentaba ahogarla, y en un sueño la había vencido, sin miedo, sin temores. Ahora sabía que era más fuerte de lo que jamás había imaginado. Era multifacética. Era una pantera, capaz de camuflarse donde fuese necesario, adaptándose con gracia y propósito.
Amaba ser empresaria en ese avatar; disfrutaba dar asesorías y consultorías, mostrar a las personas lo que ellas mismas no podían ver y dirigirlas hacia la claridad en sus caminos. También amaba ser terapeuta, esa guía que ayudaba a sus clientes a romper los techos de cristal que habían construido a lo largo de su vida, moldeados por creencias limitantes o herencias ancestrales.
Cada día sus servicios evolucionaban, se transformaban, porque ahora era la diosa quien tomaba el cuerpo de esos avatares. Había ascendido al campo cuántico, ese espacio donde la creación es ilimitada, y desde ahí podía guiar a otros a acceder a ese lugar donde habita el futuro que desean manifestar, si tan solo lograban romper sus propios techos.
Para ella misma, la claridad era ahora como el sol del mediodía: brillante, sin sombras, plena. Esperaba cada día, cada hora, cada minuto con emoción, ansiosa por escribir nuevas historias. Su vida se transformaba constantemente, porque había aceptado su divinidad. Había abrazado a la diosa que siempre había habitado dentro de ella.
Y ahora, la diosa te habla a ti:
¿Estás lista para enfrentar tu oscuridad?
¿Qué o quién te provoca? Quizás eso que te incomoda sea una oportunidad de sanar algo profundo dentro de ti.
¿Qué parte de ti misma necesita todavía evolucionar?
Recuerda, no hay errores. Se supone que debías estar aquí, en este momento preciso. Aunque te sientas confundida, aunque sientas el llamado a dar un salto, a cambiar radicalmente, este es el momento.
Y te pregunto: ¿te has preguntado por qué estás leyendo este blog?
No hay coincidencias. Solo hay respuestas esperando ser descubiertas.